Cierto cuenta cuentos

jueves, 4 de noviembre de 2010

La vida y los huauzontles

Se debe caminar entre lento y rápido, como de vistazo nomás, cuando uno va al mercado sobreruedas en busca de comida fresca: los huauzontles. Ahí mismo, en el mercado, se puede comprar también el queso que lleva de relleno y el huevo, más barato que en super; así de fácil es todo para juntar los ingredientes.
Desgraciadamente la preparación es de lo más compleja, no difícil ni muy elaborada, sino más bien talachera. Se deben limpiar perfectamente, hervir, escurrir muy bien, batir el huevo para el capeado, preparar un plato con harina y por último hacer las hierbas en forma de tamalitos: apretarlos muy bien para escurrir el agua restante y para juntarlos con el queso que llevan en medio; enharinar, capear y freír. El caldillo es a gusto y costumbre de cada quien. 
Total, en este procedimiento se invierte alrededor de dos horas, dos horas peleando con las hierbas, el huevo y el aceite hirviendo. Al servirlos calientitos con su caldillo uno los disfruta enormemente en un santiamén y ni hablar de su digestión, que también es muy rápida. Normalmente la comida mexiana es así, trabajosa, como para que se pase uno mil horas junto al fogón y luego la comida se va en suspiros.
De igual manera es la vida diaria, no sólo la comida: buscas, encuentras y trabajas muchísimo para conseguir lo que deseas para disfrutarlo en un suspiro que no se repite, ni el recalentado. Desgraciadamente la política mexicana no sigue ese orden, aunque debería serlo. 

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