¡Qué horror! Vaya manera de terminar el mes. Desperté pensando en la cantidad estúpidad de cosas que debía hacer, pero todo indica que me quede justamente en eso: pensando. Parecía que pintaba para bien porque después de llevar a la niña al colegio me invitó mi marido a desayunar bastante rico.
Al llegar a casa traía las pilas muy arriba, porque hoy me entregaron mi refrigerador nuevo y tenía que hacer espacio: quitar el viejo, limpiar ese espacio que ninguna escoba puede penetrar pero que sorprendentemente guarda un sinnúmero de pelusa, juguetes, insectos muertos, cabellos, aretes, etcétera; preparé la comida; limpié el resto de la casa; lavé la ropa, agarré una maldita araña peluda camuflajeada en las pinzas; y llegó la hora de ir al colegio.
¡En verdad qué es increible la de cosas que suceden en un par de minutos!
No tenía gasolina de modo que tomé otra ruta, normalmente libre, para quedar atorada en el tráfico (Ley de Murphy). Logré entrar con el suspiro a la gasolinería, esperar mi turno, preguntar si aceptaban pago con tarjeta, esperar la hora para cobro con tarjeta, el cual era a partir de las dos, ver el tráfico cada vez más intenso, observar cómo atendían a otros y ¡voila! Mi turno. Un algo me dijo saca la tarjeta de una vez y ¡Taraaa! No cargué mi monedero, entonces a pitar para que el Sr. sacara la manguera y poder regresar a mi casa.
Atorada en el tráfico, sin gasolina y con un reloj que me marcaba cada vez más cerca la hora de salida de mi chamaquita. Regresó una vez más a la casa, cojó el monedero, voy de nueva cuenta a la gas, pagué y tráfico, marcó a la escuela y no contestan. ¡A correr se ha dicho!
En fin la recogí más o menos en tiempo (aún no cobraban el extra), mi hija se hizo pipí en el carro, a mi comida le faltó sal, hoy no gasté dinero en alguna chuchería, me duele la cabeza, la enorme araña se fue al terreno de enfrente, mis perras apestan horrible, creo que las tortugas me odian, mi gata solo se levanta para cambiar de habitación y seguir durmiendo, mi carro huele a mezcla de comida con orín, sol y cigarro y, una vez más, mi cabeza me estalla.
Lo mejor de todo: yo no tengo problemas; pero qué tal el michoacanazo, esa sí es una pésima manera de cerrar el mes, una administración y uno de los tantos líos sin resolver. O Chihuahua, Veracruz, Chiapas y Oaxaca, por mencionar sólo algunos de los estados donde verdaderamente se los está cargando la jodedera.
¡Aún me duele mi cabeza!
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