Ayer, por la noche, entre dormida llegaban a mis oídos los enardecidos vivas por el primer minero rescatado en Chile. Las noticias del día de hoy también se encargaron de darnos una sabrosa crónica al respecto.
Al mirar la acción con más detenimiento me dije a mí misma que algo no estaba bien, algo fallaba, como siempre queriendo encontrar lo malo en lo bueno. Después comenzaron a mezclar las imágenes del rescate de los mineros con el partido celebrado ayer entre las selecciones de México y Venezuela.
Como estaba desayunando fuera de casa, me di cuenta por fin de qué era lo malo en aquellas imágenes; y es que yo no puedo ver la televisión y mirarme al espejo al mismo tiempo. Somos envidiosos y resentidos con el mundo entero, hasta con nosotros mismos. Los videos de Chile mostraban mil emociones encontradas, futuros inciertos pero cargados de algo mejor y un pueblo unido por una lucha de supervivencia. La gente del restaurante casi no prestaba atención o lo miraba como algo que no podía ser de otra forma.
En contra parte, al dar la crónica de unos aficionados que se metieron al campo de juego para correr y armar todo un desmadre, los espectadores sonreían y se divertían. ¿Qué está mal? Pues nosotros.
Siempre nos hemos vanagloriado de poseer una de las culturas más ricas y diversas, pero a pesar de ello no la hemos podido superar y mucho menos comprender. Los errores desde la llegada de los españoles hasta la fecha los cometemos una y otra vez; es como patear un bote durante nuestro camino, luego lo levantamos para preguntarnos el porqué siempre el mismo bote y lo volvemos a tirar delante de nosotros para seguir pateándolo, como si no se tuviera la opción de dejarlo dentro de la basura o cambiar el rumbo.
Un simple partido de fútbol donde se congregan familias enteras (padres, hijos, abuelos) puede ser también un campo de increíble riesgo. Ni eso tenemos la capacidad de disfrutar, que otro gane o que empate. Al leer la nota de lo de Falcon Lake un lector escribía “si a los mexicanos les gusta tanto matar pues deberían encerrarlos y que se maten solitos”. No es mala la idea, pero ¿aprenderíamos algo?
Chile tuvo una dictadura donde era justamente así, matar a todos, y la aprendieron muy bien; hay amor y empatía por el prójimo; nosotros tuvimos una dictadura cómoda, como dice el premio nobel de literatura, y seguimos sin entender nada. Tan es así que nuestros representantes (presidentes) han sido un verdadero carnal para gusto y afilamiento de la prensa nacional e internacional.
No es que la empatía esté escondida, es que somos incapaces de sentirla y nos congraciamos con aquellos en desgracia para no sentirnos tan desafortunados o solitos. Quizá por eso el amor hacia Cuba es tan intenso, nos sentimos superiores sin entender que no lo somos porque al poner las cosas en una balanza, yo prefiero la opresión de un gobierno totalitario a la autoopresión y al autosabotaje que vivimos día con día los mexicanos.
Cuándo podrá ser el día que la independencia, el día de la raza, la revolución mexicana, el dos de octubre y todas las fechas festivas sean nada más fechas festivas y no un recordatorio de chile y limón en la herida.
Cuándo podrá ser el día que la independencia, el día de la raza, la revolución mexicana, el dos de octubre y todas las fechas festivas sean nada más fechas festivas y no un recordatorio de chile y limón en la herida.
Cuándo será el día que podamos ver un plantón como el de Francia, donde todos están unidos por un mismo fin, una misma causa, nadie colgándose de nadie. Una verdadera lucha unida. Cuándo será el día que podamos ser independientes de corazón.
Me parece que mi amorío con la gripe está llegando a su fin. Es una buena noticia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario