A veces es muy extraño y curioso cómo el pequeño mundo interno se va ajustando a los nuevos órdenes existenciales. Es bien normal, común y del diario escuchar en los noticiarios balaceras, granadas, bombas, muertos importantes y no tan importantes (daños colaterales), aunque no debería ser normal ni común y mucho menos diario; es como encender el radio o la tele y en automático esperar la noticia y sentirte aliviado porque así sucedió, porque se puede preguntar "y 'hora quién cayó" esperando la respuesta de "Fulano de tal" para sentir un interno placer de obviedad.
Es bastante fácil caer en el costumbrismo, en el "dejo", porque la lucha no sólo es compleja sino que ni siquiera sabemos con exactitud contra quién o quiénes hay que dar batalla. Pero todavía es más difícil cuando todas estas sensaciones las llevamos al plano interpersonal, cuando abandonamos nuestro cuerpo y le hacemos caso cuando nos deja tirados y preguntándonos "y 'hora qué pasó".
Cuando el doctor nos da una larga lista de "no debes", "no es normal" y "sólo puedes"; cuando con cara estúpida miramos al doctor y le preguntamos incrédulos si estaremos bien, porque de pronto estallan en nuestro cerebro miles de planes, de ideas, de porvenires, de futuros certeros, de batallas conquistadas, de alegrías, de ganas de vivir, nada más eso, simples ganas de vivir.
Ganas de vivir sin importar gran cosa la pelea del presidente (a quien por cierto no he visto con fusil en mano ni con víctimas colaterales personales), ganas de vivir por el simple placer de hacerlo (egoísta porque no ayudo al país en su lucha), ganas de vivir por el porvenir (incierto, negro y agresivo); en fin, ganas de seguir chingando, como buena mosquita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario